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Dios nos llama a una nueva vida, la cual implica renunciar al pasado, soltar lo que ya fue y abrazar con fe el propósito que Dios tiene por delante. 

A través de la carta de Pablo y la historia de la esposa de Lot, somos confrontados con una verdad poderosa: no podemos avanzar en la gracia si seguimos mirando atrás. Solo cuando dejamos atrás lo que Dios ya ha juzgado, podemos caminar con libertad hacia lo nuevo que Él ha preparado. ¿Estás listo para dejar el pasado y vivir plenamente en Cristo?

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.”
Gálatas 2:20-21
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“Ya no vivo yo” no significa perder nuestra identidad, sino vivir con un propósito mayor: permitir que Cristo viva en nosotros. Esta nueva vida, implica una entrega total y continua, donde dejamos de vivir para nosotros mismos y comenzamos a vivir agradando a Cristo. Ya no buscamos justificación por nuestras obras o por la ley, sino por la gracia, entendiendo que el sacrificio de Jesús fue completo y suficiente.

Vivir en Cristo es un proceso diario en el que nuestras decisiones, pensamientos y actitudes son transformados por Él. Pero para abrazar esta nueva vida, es necesario soltar el pasado. Aferrarse a lo que fue puede robarnos lo que Dios tiene preparado.

¿Qué sucede cuando no estamos dispuestos a soltar el pasado?

“Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas. Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos. He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera. He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y salvaré mi vida. Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado. Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar. El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal. Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová.”
Génesis 19:17,26
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La historia de la esposa de Lot nos enseña una lección profunda: no podemos avanzar hacia el propósito de Dios si seguimos aferrados al pasado. Aunque ella salió físicamente de Sodoma, su corazón seguía allí, y al mirar atrás, quedó paralizada, convertida en estatua de sal. Su apego le robó el futuro que Dios le quería dar.

Así somos muchas veces: preferimos lo conocido, aunque sea destructivo, antes que confiar en lo nuevo que Dios tiene preparado. Pero seguir a Cristo implica soltar lo viejo y vivir una transformación total. Como Pablo, debemos mirar a la cruz y no al pasado, sabiendo que no podemos vivir en Cristo sin dejar atrás lo que Él ya juzgó. La verdadera vida está adelante, no atrás.

Lamentablemente ha surgido una nueva generación de creyentes que piensan que es posible estar en Cristo sin abandonar el mundo.

No puedes caminar con Dios mirando hacia atrás. Lo que quedó atrás ya no te define; fue solo parte de tu historia, no tu destino. La gracia te llama hacia adelante, a una vida nueva, libre y con propósito. Él no te está quitando algo, te está preparando para algo mejor. Recuerda: tu pasado es solo un punto de referencia, no un lugar de residencia. Cristo no murió para que sigas anclado al ayer, sino para que vivas plenamente en el hoy. Suelta el pasado, abraza la promesa y avanza hacia lo que Dios ya preparó para ti.

Dios no te llama por tu Historia, sino por tu Destino
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