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Ha llegado el momento de retomar nuestra labor. La hemos olvidado, y en medio de la confusión de estos tiempos, no sabemos qué hacer. Seguimos una rutina que no nos conduce a ningún propósito real; simplemente estamos estancados, atrapados en la inercia. Es hora de despertar y recordar nuestro verdadero propósito.

“Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel. Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.” “
Ezequiel 3:1-3
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Dios le da una orden al profeta: Come. Este acto es un símbolo de lo que Dios quiere que hagamos continuamente. Al profeta se le instruye a entender y asimilar la palabra de Dios, para luego hablarla y transmitirla al pueblo, de modo que conozcan al Señor. Este pasaje nos habla del oficio que deberíamos ejercer como cristianos, una preparación que Dios nos está dando en este tiempo debido a que estamos siendo llamados a pelear contra el enemigo y contra todo lo que se ha levantado.

“Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras. Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel. No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran. Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón.”
Ezequiel 3:4-7
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Dios envía al profeta a hablar a la casa de Israel, no a un pueblo de lengua desconocida o difícil, sino a su propio pueblo. Sin embargo, le advierte que no lo querrán escuchar, porque son duros de frente y obstinados de corazón.

Hoy, muchos no entienden lo que está sucediendo espiritualmente; siguen atrapados en la misma estructura mental, sin abrir su corazón al mover de Dios. Es tiempo de quitar toda obstinación de nuestro corazón, porque Dios está derramando múltiples bendiciones, pero no estamos buscando Su Presencia ni su dirección.

Estamos desperdiciando un tiempo precioso de gran bendición que Dios nos ha dado. Cuando rechazas el mensaje de Dios, es una señal de rebeldía en tu corazón, y esa rebeldía inevitablemente traerá problemas a tu vida diaria.

Hoy es el tiempo de romper todo aquello que te impide entrar en intimidad con Dios. Es el momento de vencer la dureza del corazón y volver a tus tiempos de oración, donde recibirás dirección, fortaleza y vida nueva.

“He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes. Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.”
Ezequiel 3:8-9
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Hoy, Dios también te está haciendo más fuerte. Él te está levantando y haciendo crecer, aunque muchas veces sigamos sintiéndonos débiles. El nombre de Ezequiel significa tomado fuertemente por Dios, y de la misma manera, el Señor quiere que te conviertas en una persona fuerte, capacitada para cumplir el propósito que ha puesto sobre tu vida.

Si Dios te ha abierto una puerta, entra con confianza, sin temor, y sigue fortaleciéndote. Él siempre nos equipa conforme a los tiempos que vivimos, pero debemos aprender a discernir esos tiempos. Dios desea un cambio constante en nosotros; no podemos quedarnos atrapados en nuestra zona de confort ni en rutinas estériles. El crecimiento debe ser continuo.

No permitas que los miedos o las inseguridades te sigan deteniendo. Levántate, fortalece tu espíritu y reprende al enemigo.

Uno de los requisitos que Dios le pidió a Ezequiel fue la fortaleza, porque conocía el propósito que debía cumplir. Hoy, el Señor está levantando guerreros de oración, hombres y mujeres con mentes firmes y corazones decididos. Solo aquellos que se fortalezcan en Él serán capaces de mantenerse firmes en medio de la batalla.

“Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar.”
Ezequiel 3:11
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Hoy vivimos en un mundo lleno de inestabilidad, donde las personas están dominadas por el miedo y la inseguridad. Sin embargo, Dios te está equipando con todo lo necesario para este tiempo, aunque quizá aún no lo hayas reconocido.

La instrucción sigue siendo clara: entra, acércate a las personas y háblales. No depende de si quieren oír o no; nuestro deber es llevar el mensaje de Dios con valentía y obediencia. Él se encarga de tocar los corazones; nosotros somos llamados a ser su portavoz.

“Y me levantó el Espíritu, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar. Oí también el sonido de las alas de los seres vivientes que se juntaban la una con la otra, y el sonido de las ruedas delante de ellos, y sonido de gran estruendo.”
Ezequiel 3:12-13
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Hoy, una alabanza poderosa comenzará a levantarse. Se acerca un estruendo glorioso, algo que romperá todo lo que se ha levantado en contra de esta nación. La adoración será la llave que hará descender la gloria de Dios y provocará un derramamiento como nunca antes visto.

La majestad del Señor se manifestará de manera continua, trayendo libertad, restauración y poder. Es tiempo de levantar nuestra voz en adoración, porque el estruendo de su gloria ya se está anunciando.

“Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí.”
Ezequiel 3:14
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Es triste ver tanto potencial en las personas y, sin embargo, observar cómo muchos no se dan cuenta de lo que Dios está poniendo en sus vidas, distraídos por los afanes y preocupaciones del mundo. No toman ni entienden el llamado y las oportunidades divinas que están delante de ellos.

Pero la promesa sigue vigente: la mano de Dios estará presente en ti. Él te ayudará a enfrentar esos sentimientos de amargura y frustración, fortaleciendo tu espíritu.

Estos tiempos de preparación que estamos viviendo son necesarios. Dios está moldeando nuestros corazones porque quiere depositar algo aún más glorioso en nuestras vidas. Es tiempo de dejarse guiar por su mano poderosa y no perder de vista el propósito mayor.

“Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.”
Ezequiel 3:16-21
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Dios establece claramente el oficio de Ezequiel como atalaya: aquel que escucha la palabra de Su boca y amonesta al pueblo en Su nombre. La responsabilidad era seria: si el atalaya no advertía al impío o al justo que se desviaba, la sangre de ellos sería demandada de su mano.

Hoy, las cosas están cambiando, y Dios también nos ha puesto como atalayas en este tiempo. Sin embargo, muy pocos están reaccionando. Este es un tiempo de advertencia urgente. Es momento de despertar y asumir el llamado con seriedad: debemos ser como Ezequiel, voces de alerta para este mundo.

En tiempos antiguos, si el atalaya no daba la señal de peligro, la ciudad podía exigir su sangre por no advertir a tiempo. Así también, nosotros debemos ser atalayas espirituales vigilantes. Un atalaya que se duerme, es un atalaya que pierde su vida y pone en riesgo a otros. 

¡Dios te está llamando a despertar, a doblar tus rodillas, a buscar su presencia, a interceder y a pelear en el Espíritu! No calles la voz que Dios ha puesto en ti. El tiempo es ahora

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