Vivimos en un mundo lleno de distracciones, donde hemos sido consumidos por las urgencias del día a día olvidándonos de lo más importante, nuestra gran tarea como cristianos. Si ya no sentimos carga por los perdidos, si ya no nos quebranta el dolor de quienes viven sin esperanza, es porque la llama ha menguado.
Así como a Jonás, el Señor nos confronta con amor, no para condenarnos, sino para reenforcarnos.
Es tiempo de hacer la gran comisión que nos fue dada: llevar luz donde hay oscuridad, y vida donde reina la muerte.

Como cristianos, no podemos caminar sin rumbo. Si hemos olvidado el propósito, es tiempo de volver a ver con claridad. ¿Sabes cuál es tu visión como cristiano?

Estos versículos tienen que ser nuestra visión.
Dios no nos llamó a quedarnos sentados, distraídos por nuestros propios asuntos, preocupaciones personales o conversaciones sin valor. Él nos dio un mandato claro: ir. Nuestra gran encomienda como cristianos no es opcional ni secundaria; no está por debajo de nuestro trabajo, ni de ningún otro interés. Esta es la misión principal.
La Gran Comisión no solo transforma vidas aquí en la tierra, también produce verdaderos tesoros en el cielo.
Nuestro error es vivir protegidos en nuestro refugio, rodeados de comodidades, sin preocuparnos por las multitudes que perecen a nuestro derredor.
Cuando hemos perdido nuestro interés, amor y preocupación por las almas, entonces hemos perdido la pasión y también necesitamos un avivamiento.
¿Es verdad que no sientes esa carga, que tus ojos están secos y que sigues feliz, despreocupado, sabiendo que tu irás al cielo mientras ellos al infierno?

Jesús nos muestra que, aunque tenemos una responsabilidad como cristianos, muchos deciden no asumirla y terminan abandonándola.
Muchos de nosotros hemos abandonado la visión. La historia de Jonás es un ejemplo claro de lo que sucede cuando desobedecemos:

1. Jonás fue comisionado por Dios, así como los discípulos y como nosotros:
Jonás recibió la encomienda de llevar un mensaje de parte de Dios a un pueblo ajeno y rebelde: Nínive. Así como Jonás, nosotros también hemos recibido la orden de llevar el mensaje de Dios (Mateo 28:18-20).

2. Jonás huye de su llamado:
Cuando huyes del llamado de Dios, tu alma se inquieta, pierdes la paz interior. Aunque corras físicamente e intentes huir de Dios, no puedes escapar espiritualmente.
La desobediencia de Jonás se debía a su enojo por Nínive, él no quería que ellos fueran salvos. Fue su egoísmo lo que lo condujo a la desobediencia.
¿A ti qué te ha impedido obedecer tu llamado?

3. Jonás sufre las consecuencias de la desobediencia:
La desobediencia de Jonás no sólo lo afectó a él sino también a quienes lo rodeaban.
La tormenta que enfrentaban los marineros era por Jonás. Cuando la Iglesia no cumple su llamado, otros pueden sufrir la falta de luz y esperanza. Tal vez la tormenta ha llegado a tu vida y ha afectado a tu entorno.
Esto nos enseña que nuestras decisiones espirituales no son privadas, Jonás pensó que su decisión de huir era sólo entre él y Dios. La tormenta no cae solo sobre el que desobedece, sino también sobre quienes están en el mismo barco.

Jonás entendió que él era el del problema y encontró la solución más fácil, el camino que comúnmente tomamos, abandonar. Él pudo haber elegido rendirse y obedecer, sin embargo su orgullo y egoísmo no cedieron.
¿Cuántas veces has pensado que si te alejas o abandonas dejarás de causar problemas? Recuerda que no necesitas alejarte, necesitas rendirte.

Cuando desobedecemos Dios puede permitir que lleguemos al punto más bajo, no por castigo sino para redirigirnos. Caer al mar representa tocar fondo, perder oportunidades, crisis emocionales, perder familiares, amigos o perderlo todo.
Jonás no murió al caer al mar, pero sí quedó atrapado, en pausa, sin avanzar hasta que se rindió.
¿Necesitas caer al fondo del mar para rendirte?

Dios permitió que Jonás tocara fondo; lo apartó, encerrándolo dentro de un gran pez, para quebrantar su corazón.

Jonás en medio de su angustia que tenía en el alma aprendió a orar y clamar. Reconoció sus errores teniendo un verdadero arrepentimiento. Cuando oramos y clamamos con sinceridad, Dios siempre escucha.

4. Dios le dió una segunda oportunidad:
Dios no desecha a los que han huido de su propósito; al contrario, restaura, levanta y vuelve a llamar con la misma gracia con la que llamó por primera vez.
Hay una ciudad que necesita el mensaje. Hay familias, vecinos, amigos, conocidos que perecen sin conocer a Cristo. Y no podemos seguir cruzados de brazos, pensando que alguien más lo hará.