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¿Alguna vez has sentido que, por más que lo intentas, no logras agradar a Dios?

Esa sensación de frustración y derrota es más común de lo que pensamos. El apóstol Pablo también la vivió profundamente, exclamando: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). Su lucha interior entre el deseo de obedecer a Dios y la realidad del pecado, es también la nuestra.

Pero en medio de esa lucha, surge una verdad que lo cambia todo: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…” (Romanos 8:1).

Ese “ahora” marca un nuevo comienzo. Ya no se trata de vivir en nuestras fuerzas, sino en el poder del Espíritu. Ya no estamos condenados, sino libres en Cristo.

Este mensaje nos invita a reconocer nuestra debilidad, pero también a abrazar la esperanza y la libertad que solo encontramos en Él.

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”
Romanos 8:1-4
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Tenemos dos formas de vivir: según la carne o según el Espíritu.

Vivir según la carne significa depender de nuestras propias fuerzas. Es intentar cumplir con lo que Dios pide sin contar con su ayuda. En cambio, vivir según el Espíritu es rendirse a Dios y permitir que Él produzca en nosotros una vida nueva, una vida guiada por su poder y no por nuestras limitaciones.

Estos versículos, son la respuesta a ese sentimiento de frustración y condenación que tantos hemos experimentado. Nos muestran que sí hay una salida, una forma de vivir diferente. 

Pero entonces surge una pregunta:

Si tenemos acceso a esa vida en libertad, si Cristo ya nos ha hecho libres… ¿por qué no podemos vencer el pecado?

La respuesta está en tres verdades que necesitamos reconocer:

  1. Muchos de nosotros seguimos viviendo en la carne. Aun conociendo a Cristo, seguimos luchando solos, como si el poder de Dios no estuviera disponible para nosotros. Confiamos más en lo que nosotros podemos hacer que en lo que Dios ya ha hecho.
  2. No hemos renovado nuestra mente. Cuando vivimos en la carne, solo vemos lo material, lo visible, lo inmediato. El Espíritu Santo nos enseña a ver con los ojos de la fe. Sin una mente renovada, no hay vida transformada.
  3. No hemos entendido ni abrazado nuestra verdadera identidad en Cristo. Seguimos intentando ganarnos el perdón a través de hacer méritos… sin comprender que en Cristo ya hemos sido justificados. Ya no somos esclavos, somos hijos. Pero hasta que no lo creamos y lo vivamos, seguiremos atrapados en la misma lucha.
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”
Romanos 8:5:11
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¿Quieres una nueva vida, una vida sin condenación?

Entonces necesitas tomar una decisión: dejar atrás la mentalidad carnal, esa forma de pensar que te lleva a la muerte, y adoptar la mentalidad de Cristo, que te conduce a la vida.

No podemos tener una mente guiada por la carne y al mismo tiempo agradar a Dios. El hombre carnal no sólo está lejos de Dios, es enemigo de Él.

Pero aquí está la buena noticia: si el Espíritu de Dios habita en ti, entonces hay vida. Hay paz. Hay poder. Y no cualquier poder, es el mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos es el que puede vivificar tu vida hoy.

Reflexiona: ¿cómo estás viviendo hoy?

¿Desde la condenación o desde la libertad que Cristo ya ganó para ti? ¿Estás peleando tus batallas en tus propias fuerzas o permitiendo que el Espíritu Santo te guíe y te fortalezca en medio de ellas?

No tienes que seguir cargando con el peso del pasado. Puedes comenzar de nuevo. Pero para eso, necesitas tomar una decisión: dejar atrás la vida en la carne y rendir completamente tu corazón a Dios.

Hoy es el momento. Entrégale el control al Espíritu Santo y permite que Él sea el capitán de tu vida de ahora en adelante. En Él hay libertad, hay dirección, y hay una vida nueva esperando por ti.

De la frustración a la victoria
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