Lo que vivimos en esta reunión fue totalmente diferente. Desde el primer momento, pudimos sentir que algo especial estaba por suceder… y no nos equivocamos. El Espíritu Santo fue el primero en llegar, preparando un ambiente cargado de su Presencia. Traía algo reservado para nosotros, algo que no se puede explicar con palabras, solo experimentar.
Fue un tiempo de adoración genuina, sin máscaras, con el corazón completamente entregado y fuimos envueltos por un mayor peso de gloria. Se manifestaron señales que marcaron nuestros corazones: diferentes manifestaciones del Espíritu, y una lluvia de oro que descendía como símbolo del cielo tocando la tierra. Sin duda, fue una reunión que nos transformó y nos recordó que cuando Él se mueve, todo cambia

Este salmo nos revela lo que sucede cuando elegimos habitar y no solo visitar la Presencia de Dios. “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” no habla de alguien que corre a Dios solo cuando hay problemas, sino de alguien que vive ahí, que ha hecho de Su presencia su hogar.
Cada línea de este salmo es una promesa para los que confían en Él. Dios no nos promete ausencia de guerra, pero sí victoria. No dice que no habrá plaga, pero promete que no nos tocará. Y lo más hermoso: Dios mismo dice que nos ama, que nos protegerá, y que estará con nosotros en la angustia.
Este salmo también revela que hay un mundo invisible a nuestro favor. Ángeles enviados por Dios nos cuidan, nos levantan, y nos libran. No estamos solos, y cuando caminamos en obediencia y comunión, Su cobertura es real y palpable.
Cuando comprendemos esto, ya no caminamos con miedo, sino con confianza. Ya no vivimos
reaccionando al caos, sino guiados por Su paz. El que habita con Dios, vive bajo el cielo,
incluso cuando todo su alrededor parezca infierno.
Lo que vivimos no fue una reunión más; fue una cita divina donde el cielo tocó la tierra, y nuestros corazones fueron marcados por su gloria. El Espíritu Santo no solo nos visitó… se manifestó con poder, con ternura, y con señales visibles de su amor. La adoración abrió el cielo, y su Presencia nos recordó que cuando lo buscamos de verdad, Él responde con fidelidad.
Hoy salimos fortalecidos, recordando que somos abrazados por Aquel que no falla, cubiertos por alas eternas y sostenidos por promesas que no caducan. Lo que comenzó como una reunión terminó siendo una transformación, y lo que vivimos aquí es solo el principio de lo que Dios hará.